Entramos en recta final hacia unas elecciones que determinarán la composición de ayuntamientos y comunidades autónomas. En todos los casos le elección será decisiva para la buena administración de nuestros conciudadanos y sus intereses. De ahí la importancia de participar en las elecciones. Para exigir o reprochar hay que votar. En Malanquilla son varias las candidaturas que optan a dirigir los destinos del pueblo desde el sillón municipal durante los próximos cuatro años. De la buena elección depende su futuro inmediato, su viabilidad como pueblo y la mejora necesaria de los servicios. Mi felicitación a todos los que han decidido dar el paso de presentarse porque me consta su ilusión y su sentido del deber. Ahora le toca a Malanquilla escoger. Que Dios reparta suerte. Este cronista siempre estará con Malanquilla y la corporación que el pueblo designe.
Malanquilla prepara su presencia en la Saca de la Virgen del Castillo
Un acontecimiento que se repite cada 25 años, al menos desde 1711, merece una organización especial. Malanquilla, uno de los pueblos de Concordia que Bijuesca acogerá el próximo día 4 de junio, junto a Reznos, Berdejo, La Alameda, Clares, Carabantes, Torrelapaja, Deza y Torrijo, se encuentra inmerso en los preparativos para la gran cita.
El origen de la tradición comienza con una atroz sequía que asoló los pueblos vecinos, que dependieron de Bijuesca como único suministrador de agua. En agradecimiento, todos los pueblos beneficiados acordaron sacar a la patrona cada 25 años.
Sea como fuere, el próximo 4 de junio, tras un retraso de dos años debido a la pandemia, volverán a reunirse los pueblos de la Concordia, con banderas, curas y alcaldes al frente.
De Malanquilla se espera una nutrida representación. En torno a 150 personas integrarán el cortejo que tiene sus reglas. Serán recibidos por el alcalde de Bijuesca a primera hora de la mañana, al igual que se hará con los restantes pueblos. La tradición marca que durante ese día el alcalde de Reznos ostente el mando para lo cual el de Bijuesca le entrega en el momento del saludo los atributos correspondientes.
Tras los saludos, todos los pendones y banderas subirán procesionalmente hasta la ermita de la Virgen del Castillo para acompañarla en su bajada al pueblo. Otra curiosidad es que en el interior de la capilla únicamente los sacerdotes serán los encargados de hacer llegar la peana con la imagen hasta la puerta, donde ya sí la tomaran los asistentes designados al efecto.
Todo un día lleno de actividades con Eucaristía solemne presidida por el Obispo de Tarazona, comida popular, festival de jotas…
Al acto está prevista la asistencia de numerosas personalidades políticas como el presidente de las Cortes de Aragón, senadores y diputados, representantes comarcales y alcaldes.
Un acontecimiento que no volverá a repetirse hasta 2048.
Fotografías de 1978, archivo Antonio Sanchez Molledo
La Semana Santa en Malanquilla huele a incienso y a recuerdos de juventud. Hubo un tiempo en el que, durante algunos años, viví estos días de pasión en Malanquilla. Cada Semana Santa aquel recuerdo me persigue porque su autenticidad dejó huella en mi mente. Con 20 años uno es impresionable y algunas cosas, por infrecuentes, se apoderan de nosotros. Uno con 20 años, tiene grabadas en su retina las imágenes de las semanas santas convencionales, con grandes pasos, bandas de música imponentes, miles de flores y penitentes… y nada de esto se encuentra en Malanqulla. Quizá por eso, por el contraste, los días de pasión quedaron grabados entre los recuerdos imperecederos. Es como pasar del blanco al negro sin gama de grises intermedios. Malanquilla es autenticidad y recogimiento, sobriedad y devoción contenida. Malanquilla apuesta por lo natural frente al artificio. No busques candelería de plata reluciente ni ornamentos decorativos suplérfluos; para eso tienes mil sitios. Acércate si quieres vivir unos días diferentes en el paisaje que inspiró composiciones artísticas que hoy pueblan los más importantes museos: campo, alguna casita, un grupo reducido de gente acompañando a Jesús en el Calvario, ovejas que se cruzan durante el Viacrucis…
Imagina un belén en Navidad. Todos compramos figuras que nos acerquen al paisaje que más nos recuerda esas fechas; nieve, abetos, estrellas… Pues todo eso se da en Malanquilla porque Malanquilla es así. En Navidad un Belén que en Semana Santa se convierte en la Judea que en los años 30 d.C. tuvo como escenario la muerte del Redentor.
No deja de sorprender que cuando nuestros políticos se enzarzan en discusiones bizantinas bajo la excusa de amar a Aragón más que nadie, una mujer de Malanquilla, deje su legado de 1,9 millones de euros a la Asociación Española contra el Cáncer con la única condición de que se beneficie su comunidad autónoma. Eso es amor a la tierra.
Sorprende también su gesto altruista en una sociedad banal e inconsistente llena de excentricidades donde el dinero cambia de mano y se malgasta sin ningún pudor. Esta donación en cambio va a permitir que Aragón cuente con una unidad pionera -que llevará su nombre- de investigación y diagnóstico avanzado para tratamiento del cáncer. El amor a la tierra, que ella siempre llevó por bandera, se demuestra con hechos no con peleas de patio de colegio. Nuestros políticos deberían tomar nota y tributar un merecido homenaje de reconocimiento a Clementa Soria, una malanquillana y aragonesa ejemplar. Con su legado todos nos vamos a beneficiar.
Solemos decir que un pueblo tiene magia cuando sin saber muy bien por qué nos atrapa, nos envuelve y nos hace volver la mirada cuando nos alejamos como queriendo retener su imagen en nuestra retina.
Malanquilla no tiene mar, aunque lo tuvo, no conserva el más rico patrimonio monumental, aunque tiene lo suyo, no es el pueblo más bonito, aunque resulta chulo. Y por qué entonces solemos escuchar que Malanquilla tiene magia? Pues porque sin ser el principio y el fin de todas las cosas, reúne todo cuanto pedimos cuando hacemos turismo. Su propia localización, a poco más de una hora en coche de la capital, Zaragoza y a algo más de media de Soria, la capital castellana más próxima, hacen de este pueblo un lugar cercano y asequible para muchos. Sus monumentos, especialmente el molino de viento, archiconocido, fotografiado y de gran exposición en redes sociales, contribuyen también a ello, porque sin ser de una grandiosa monumentalidad, sí es casi el único testimonio del universal Don Quijote en Aragón y una rareza en estas tierras. La apuesta de Malanquilla por la cultura desde 1977 ha resultado ser decisiva para esta magia, intangible pero real, que a decir de muchos posee. El variado patrimonio que, además del molino, pasa por su iglesia de grandes dimensiones, con notables retablos renacentistas y barrocos, su fuente romana del siglo I, la ermita románica de Santa María, la torre medieval de La Calderuela, la nevera del siglo XVII, la ermita del Stmo. Cristo del Humilladero del mismo siglo…
Tampoco es cuestión menor -y por ello digno de mención-, la apuesta por el futuro de la actual corporación municipal, que abriendo puertas y ventanas a quien pudiera aportar algo, ha logrado sumar voluntades en pos de la causa.
La oferta gastronómica de Malanquilla no pasa tampoco desapercibida. El nuevo y moderno gastrobar Malanquilla Inédita, con un solete Repsol, unido a la tradición y al buen hacer que representa el restaurante de La Venta de Malanquilla conforman un destino apto para todo tipo de públicos. Porque en realidad qué vamos buscando cuando decidimos salir de la gran ciudad? Yo soy turista y no me basta un precioso monumento aislado que ni siquiera se si voy a poder visitar por dentro. Necesito un mínimo de satisfacciones personales para emprender el viaje. Necesito un restaurante donde comer y un hotel por si decido hacer noche. También quiero enlazar ese motivo que me lleva a viajar con otros monumentos cercanos que pueda aprovechar para visitar. Y todo eso lo tiene Malanquilla. Su recientemente inaugurado hotel y su cercanía con poblaciones de la Comunidad de Calatayud con monumentos declarados Patrimonio de la Humanidad, hacen de Malanquilla un destino seguro y confortable. Podríamos añadir el carácter abierto y campechano de sus gentes, el paisaje, sus atardeceres, la limpieza de sus cielos, lo “arregladico” que está el pueblo… Será verdad entonces que Malanquilla tiene magia? Yo te aseguro que sí. Ven, compruébalo y me lo cuentas.
Este Santo universal, Patrón de Madrid y de los agricultores, que en Malanquilla se celebra de manera especial, ya tiene rostro.
Escultura de escayola realizada por la UCM a partir de los estudios biométricos realizados al cuerpo de San Isidro
Acaban de presentarse las conclusiones del estudio forense del cuerpo de San Isidro, estudio realizado a petición del Arzobispado de Madrid por distintos departamentos de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. Del mismo, tras un exhaustivo análisis de los restos que se custodian en la Real Colegiata de la Calle Toledo, se desprende la posible causa de la muerte del Santo por sepsis generalizada y se ha descubierto una moneda alojada en la tráquea, colocada con posterioridad a su fallecimiento.
Al parecer, según los estudios, se trataba de un hombre de rasgos africanos, de 1,85 de altura, que murió a los 45 años aproximadamente. Las conclusiones revelan por primera vez cómo pudo ser el rostro de San Isidro de acuerdo con el perfil biométrico y cuya figura en escayola se presentó ayer. Sin duda un riguroso estudio para analizar en profundidad que marca un hito histórico. Como es sabido se está celebrando a lo largo de este 2022 el Año Santo de San Isidro y su cuerpo ha estado expuesto para su veneración. Fotografías UCM/Archimadrid
Para acercarnos a aquéllos años 80 del siglo pasado en que la Asociación cultural de Malanquilla desarrollaba sus actividades, es preciso hacer abstracción del mundo de hoy. De lo contrario, no es posible imaginar ni comprender lo que en los primeros años de la década sucedía en Malanquilla, en la provincia de Zaragoza y en Aragón en general. Han cambiado tanto los tiempos que visto con los ojos de hoy, diríase que hablamos de la prehistoria.
En 1980 ideamos, impulsamos y creamos la Asociación Martínez del Villar. Eran tiempos en los que no existían colectivos similares en los pueblos, a excepción de otras dos asociaciones pujantes con las que rivalizábamos continuamente. Malanquilla, pionero en tantas cosas, contribuyó de manera decisiva a la constitución en otras poblaciones de diferentes colectivos.
Su legado, a día de hoy, nadie lo ha superado ni siquiera por aproximación. Ha habido en estos 40 años algunas iniciativas pero todas han sucumbido sin pena ni gloria.
Y cual es el legado que trato de reivindicar? Pues el conjunto de una obra irrepetible sólo posible en aquél momento y con aquél reducido grupo de personas entusiastas. Se realizaron estudios históricos aportando datos inéditos para la historia local que hoy se repiten hasta la saciedad sin que nadie se acuerde de donde proceden. Se publicó el único libro sobre Malanquilla, de la mano de Jesús Marín. Se celebraron Jornadas culturales en verano, se llevaron a Malanquilla exposiciones itinerantes de la Diputación de Zaragoza, propiciamos otras propias como la de cerámica de Muel, recorrimos la comarca de Calatayud llevando esas exposiciones a diferentes municipios como Torrelapaja, Pomer… Investigamos y pusimos en valor monumentos olvidados de la comarca como la Casa de San Millán de Torrelapaja o la iglesia románica del despoblado de Vadillo, en las inmediaciones de Villarroya de la Sierra. Obviamente todo estaba ahí, no descubrimos nada; también lo estaba el molino pero hasta que aquél grupo de Misión Rescate, en 1977, no se fijó en él, nadie había reparado en su existencia.
A través de constantes publicaciones y referencias en los medios informativos, Malanquilla tomó carta de naturaleza y se posicionó como un pueblo amante de la cultura.
Malanquilla con su asociación empezó a estar presente en foros de estudio y debate, en congresos y jornadas regionales y nacionales. El patrimonio cultural de la localidad se deslizaba a través de las páginas de trabajos, comunicaciones y ensayos que se difundían por toda la geografía.
Eran tiempos de fax, no de email ni teléfonos móviles. Eran tiempos en que la logística consistía en patearse los caminos y los pueblos y en granjearse amistades a golpe de viajes, visitas y llamadas.
Al reivindicar el legado de la asociación de Malanquilla, reivindico el de tantos que supieron ver en aquélla experiencia cultural el futuro y creyeron en ella y el mío propio, tantas veces protagonista de la historia y que a lo largo de 45años, he ayudado a escribir.
Pocos pueden decir que son profetas en su tierra por eso es justo reconocer un pasado esplendoroso sin cuya huella y calado los destinos de Malanquilla hubieran sido otros. Resultaría hoy impagable con dinero la campaña promocional que se hizo entonces y las horas de trabajo invertidas en rescatar a Malanquilla de su tradicional olvido. Reivindicando nuestro pasado inmediato fijamos las bases sobre las que debe asentarse el tiempo que nos toca vivir.
Hoy se cumple el primer aniversario de la muerte de Jesús Marín, mi tío. Su recuerdo nos acompaña, su sabiduría ha quedado impresa pero nos falta su presencia. Una presencia que lo llenaba todo. Tenía ese don de ser protagonista sin querer serlo; atraía con su palabra.
Jesús, en Malanquilla, ha sido el mejor cantor de sus glorias, de sus anécdotas, nombres y dichos. Jesus, en su “Crónica sentimental…” nos dejó, como recuerdo imperecedero, un texto escrito con el alma, compendio de historia y vivencias, imprescindible para conocer Malanquilla, un lugar que amó y del que se empapó a lo largo de su vida.
Si un cronista es el notario de su tiempo, el que con sus escritos da fe del día a día local, Jesús Marín es un perfecto referente de esta labor en cuanto que ha sabido recoger y anotar para la posteridad innumerables datos sobre Malanquilla que, de otra forma, no habríamos llegado a conocer. Por eso reitero a la Corporación Municipal el deseo expresado el día después de su fallecimiento para que sea nombrado Cronista Oficial de Malanquilla a título póstumo, en un alarde de generosidad y justicia. Cuando un ayuntamiento sabe reconocer los méritos de quien tiene cerca allana el camino para que otros sigan esa senda en beneficio la colectividad.
Desde donde estes Jesús, recibe mi cariño y el recuerdo emocionado. Bien sabes cuánto añoro esas charlas y el verte llegar a casa con una bolsa de almendras recién cogidas… descansa en paz.
Si hay pasaje que situó a Malanquilla en el mapa y atrajo hacia sí las miradas de propios y extraños es, sin duda, la aparición de aquél OVNI que sobrevoló nuestro cielo en la tarde del 26 de julio de 1976, hace hoy justo 45 años.
Ese día, como tantos otros, cogimos nuestras bicis y con un bocadillo, un grupo de seis muchachos de entre 8 y 15 años, nos dispusimos a pasar un rato de expansión en nuestras vacaciones estivales por la zona del aguadero, esa fuente de aguas casi “milagrosas” tan alabada por las gentes del pueblo.
Estábamos cantando canciones del grupo “Viva la gente”, cuando nos percatamos de que algo extraño se había posado sobre nuestras cabezas a no mucha altura, aunque evidentemente bastante más de aquéllos 60 metros que señalaron algunos medios para, pasados unos segundos, desaparecer por detrás de las montañas de Pomer, dejando tras de sí una estela grisácea. La nave, o el objeto no identificado tenía la forma de dos platos unidos por su parte más ancha, cambiaba constantemente de color. La verdad es que no pudimos fijarnos en nada mas, porque cuando quisimos mirar con detalle se elevó y rápidamente le perdimos de vista.
Con el susto aún en el cuerpo, recogimos las viandas y en nuestras bicis emprendimos el camino de regreso al pueblo, comentando lo sucedido. Miedo? Pues no sentimos exactamente miedo pero sí perplejidad. Lo desconocido siempre genera inquietud y con ese nerviosismo acudimos a ver a Bernardino, el alcalde entonces, a quien de manera atropellada relatamos lo sucedido.
De inmediato le acompañamos al locutorio para llamar por teléfono al jefe de puesto de la Guardia Civil de Aniñón, quien se personó, con dos agentes, en Malanquilla para levantar atestado e interrogar por separado a los seis excursionistas. Uno a uno le fuimos dando nuestra versión que, básicamente era coincidente entre todos, concluyendo el benemérito instituto que de nuestras declaraciones no se podía afirmar que se tratara de una mentira orquestada y que, a su juicio, estaba claro que algo había perturbado la tranquilidad de aquélla tarde veraniega.
Hasta aquí el relato de los hechos.
Como es fácil suponer, desde el mismo momento en que la noticia se fue extendiendo entre el vecindario, aparecieron los defensores y los detractores. Los que creyendo o no la versión de los niños, no le daban más importancia y los que veían negras maniobras en aquél suceso, aún hoy inexplicable.
Siempre, se haga lo que se haga, van a surgir voces discordantes. Quiero recordar la destructiva y feroz campaña emprendida ante la reconstrucción del molino de viento, algo hoy reconocido y valorado por el 99% de la población y que, sin embargo, en los años 77, 78 y siguientes, fue inquisitorialmente perseguido, atacado y casi hundido a no ser por el empeño de unos cuantos y el apoyo decidido del ayuntamiento.
Es fácil imaginar la controversia que originó la visión de algo tan subjetivo como un OVNI. Algunos nos hubieran corrido a palos por la calles del pueblo… Menos mal que pasados unos días, llegaron testimonios de familiares o conocidos, residentes en Calatayud y otros pueblos de la zona, que afirmaban haber visto sobre la misma hora un objeto volante similar al que describíamos. Yo creo a estas alturas que sólo aquello nos salvó de la quema en una plaza pública.
Con la perspectiva que proporciona la distancia del acontecimiento, 44 años ni más ni menos, podemos afirmar que al margen de discusiones bizantinas el OVNI de Malanquilla despertó a una comunidad que estaba ahí aunque silenciosa y en la que como nunca pasaba nada, nunca se hablaba de ella.
Aquel OVNI fue el «puñetazo encima de la mesa» con el que Malanquilla se hizo notar y anunció a todos que estaba deseosa de iniciar un camino sin retorno que aún hoy sigue transitando.
Por lo tanto, desde el punto de vista de la ocasión y la oportunidad fue sumamente positivo y dio pie a comenzar a investigar un pasado esplendoroso del que poco o nada se sabía entonces. Y aunque hoy el OVNI centre la atención y acapare titulares lo verdaderamente importante fue la etapa siguiente de mucho trabajo y mucha investigación, de cuyas aportaciones, en los tiempos actuales se sigue haciendo uso.
El OVNI sirvió y mucho a los intereses generales del pueblo. Lo mismo que, años después, sirvió y de qué manera, reconstruir el molino haciendo caso omiso a quienes se oponían. Y debemos seguir ignorando a esos agoreros que presagian fracasos cuando otros vemos innovación y proyectos de futuro. Pensemos en positivo, vayamos todos a una y Malanquilla saldrá adelante como ha salido otras veces a lo largo de su historia.
Demostremos, una vez más, que unidos podemos conseguir cualquier objetivo. Menos vociferantes y más manos tendidas, en consonancia con la nueva política municipal, sólo así mañana diremos que hemos ganado al futuro.
El legado de Gregorio Prieto en Malanquilla abarca tanto una vertiente puramente afectiva y espiritual como otra material. Entre la segunda cabe mencionar un cuadro que el genial artista tuvo a bien donar al Ayuntamiento y un dibujo con su estrella identificativa que dedicó “para Malanquilla y su molino”, amén de diferentes dedicatorias en el libro de oro de la Asociación Cultural Miguel Martínez del Villar, etc.
Sin embargo, para este cronista que tuvo el impagable honor de ser su anfitrión en sus visitas al pueblo en 1981 y 1982, el mayor legado es el primero, imposible de cuantificar con valores materiales pero que deja una huella imborrable. De esta relación afectiva y espiritual nos queda su permanente recuerdo y el nombre con el que bautizó a nuestro molino: “El macho”.
El molino de viento de Malanquilla es el de mayores dimensiones de España y Gregorio Prieto (https://es.wikipedia.org/wiki/Gregorio_Prieto) en cuanto le vió le denominó así por esa razón.
Y eso que, lamentablemente, no llegó a verle como ahora se presenta, imponente, desafiando la llanura. Cuanto el genial artista manchego tuvo su primer contacto visual con el molino éste clamaba aún por recuperar su antiguo esplendor. Precisamente su apoyo fue decisivo para lograr el objetivo. Él que tanto hizo a lo largo de su vida por salvar antiguos molinos de viento en España y en el mundo puso sus ojos en Malanquilla para iniciar la que sería su última batalla en favor de estos gigantes pétreos que ponen sentimiento y alma a muchas de sus obras. Sabemos que Gregorio Prieto es mucho más que el pintor de los molinos. Es un artista irrepetible, Medalla de Oro de las Bellas Artes, cuyo Museo en Valdepeñas, inaugurado por los Reyes de España, alberga una extraordinaria colección que abarca todas sus etapas pictóricas.
Malanquilla, como homenaje a su figura y en recuerdo de su cercanía y afecto debería oficializar un nombre con el que ya es popularmente conocido: “El macho”.
Siempre hemos sostenido que molinos hay muchos pero el de Malanquilla posee una historia singular que le hace único. Y un retazo de esa historia particular es el haber sido bautizado por el mismísimo Gregorio Prieto. No vamos a ser nosotros ahora los que le cambiemos el nombre o le dejemos sin él, cuando en Malanquilla tiene nombre propio hasta el burro Federico que hace las delicias de los más pequeños.
Parece que ya veo el dintel que remata la puerta de entrada al molino y sobre él, El macho, escrito a mano con pintura negra. Es un justo reconocimiento a quien dio sin pedir y que, durante unos días, fue uno más en Malanquilla.
Que Malanquilla es inspiración para los artistas es una evidencia que no por repetida resulta menos cierta. La blanca silueta de su molino de viento, inmaculado, sobre el altozano, agita y estimula la creatividad artística.
Hoy os presento este bonito trabajo de Lola de los Ríos Segura. Se trata de una acuarela primaveral donde las amapolas y el molino se funden en un abrazo bucólico. Esta artista onubense, autodidacta, de poco recorrido aún en el mundo de la pintura, destaca por su sencillez y armonía estética. La vida ha querido que me tropezara con ella y de sus dotes creativos ha nacido esta nueva estrella: Una acuarela para Malanquilla que, de momento, he adquirido para mi colección particular y que, en su día, donaré al Ayuntamiento de Malanquilla. Felicidades artista.
Mariano, que se encontraba pasando unos días de descanso en Calatayud, a donde había llegado de su Extremadura natal con intención de conocer los pueblos de la zona, paró su vehículo a la altura de la ermita de Santa María, desde donde ya se divisa Malanquilla, al percatarse de la presencia de un hombre, de aspecto rudo, ya anciano. Se acercó a él, le saludó y rápidamente Nicomedes, el bonachón aldeano, le puso al corriente de cuanto tenía que saber el visitante, con quien pasó la mañana en animada charla. Congeniaron y acabaron tomando unos vinos y unas deliciosas tapas en el Gastrobar del pueblo y después comiendo juntos en la casa del malanquillano.
Mientras Mariano alaba la comida que ha preparado la señora Pilar, esposa desde hace más de cincuenta años de Nicomedes, ésta le ofrece un café y unas rosquillas, al estilo de la abuela Jacinta. Se parecen a las típicas rosquillas de anís que todos hemos tomado alguna vez y que últimamente se han puesto de moda en Malanquilla por haber sido protagonistas del reportaje emitido en el programa “Aquí la tierra”, de TVE, pero con una variante, cuyo secreto se transmite de generación en generación, que las hace verdaderamente insuperables.
Así lo estima Mariano que se deshace en elogios.
-Es verdad que no son aptas para diabéticos ni para mantener la línea –comenta- pero ciertamente son una delicia señora Pilar. Tiene usted muy buena mano para la cocina, porque esas migas de antes…. hacía tiempo que no las probaba mejores. Se lo agradezco mucho.
Nicomedes, entretanto, sentado en el sofá frente a la tele, sostiene en sus manos un álbum de fotos repleto de recortes de prensa.
-Déjese de tanta palabrería y venga para acá que le enseño todo esto –le dice a Mariano, sonriendo y en tono amigable.
Nicomedes, aunque por su aspecto rudo pudiera parecer un ser del que uno se alejaría, es un hombre bondadoso que se ha sabido granjear la amistad de todo el vecindario. Siempre ha estado ahí para ayudar a cualquiera y eso tiene su recompensa…
En sus años de labrador era fácil verle echando una mano a cualquiera que hubiera tenido un percance con las máquinas.
Como siempre ha vivido en el pueblo conoce de primera mano cuanto ha sucedido, unas veces por vivencias propias y otras porque muchos han acudido a él a contarle y a pedirle consejo.
Mariano toma asiento junto a él y comienza a ojear el álbum que Nicomedes le ofrece.
-Es una joya lo que tiene usted aquí –exclama- Se refiere a una colección de 6 álbunes repletos de noticias de prensa y fotografías de cuando “Malanquilla despertó”, como le gusta decir a Nicomedes que siempre ha estado muy pendiente de las cosas del pueblo.
– ¿Y esto del OVNI que veo aquí y que antes me comentaba…? –pregunta Mariano-
Aragón TV en 2020
-Yo lo conozco bien –añade Nicomedes- La primera persona que oyó el relato de aquéllos jóvenes excursionistas de los que habla la prensa fui yo. Estaba cogiendo agua en la fuente nueva cuando regresaban al pueblo con sus bicis los muchachos después de ver aquella cosa y, bastante asustados, me contaron el suceso.
-¿Y cómo fue aquello? –pregunta el viajero, entre sorprendido e incrédulo-. Mire que se oyen casos y a mi aún me cuesta creerlo –prosigue-. No cabe duda de que solos en el universo no vamos a estar, pero qué quiere que le diga señor Nicomedes, me genera cierta desconfianza.
-A usted y a todos –remata el anciano-, si bien le indica que el OVNI de Malanquilla fue un suceso muy particular.
-Verá usted –continúa- cuando oí aquello por boca de los chicos pensé que me estaban tomando el pelo pero luego, hablando con unos y otros en el pueblo, empecé a creer que algo habrían visto. Los conocía a todos y eran buenos chicos, por qué se lo habrían de inventar. Eran sólo unos críos y no me entraba en la cabeza que pudieran hacer algo así. Y la balanza se inclinó favorablemente cuando, después de unos días, unos amigos de Calatayud me dijeron que ellos también habían visto algo el mismo día y sobre la misma hora. Y lo mismo que a mí, otros del pueblo me comentaron que familiares, amigos o conocidos de otros sitios también habían visto algo.
El suceso, ocurrido el 26 de julio de aquel año de 1976, meses después de la muerte de Franco, en una España convulsa y con ansias de libertad, fue recogido con gran profusión por los grandes medios informativos de Zaragoza e incluso por alguna agencia de noticias nacional, que vieron en ello una llamada de atención de un pueblo agonizante, como había sido calificado por el diario de mayor difusión regional, el Heraldo de Aragón, que vaticinaba los más negros presagios en un corto espacio de tiempo. Naturalmente no era el único pueblo que se señalaba en la lista, pero a algunos en Malanquilla esa “puñalada” les interpeló como si de una revelación sobrenatural se tratara. Y ahí comenzó todo. La subjetiva visión de un OVNI fue el aldabonazo que un lugar olvidado necesitaba para hacerse notar.
Entonces no se hablaba de la España vaciada, como ahora, -apunta Nicomedes con un punto de nostalgia-, las cosas eran muy diferentes en los pueblos, tan diferentes que, vistas desde los tiempos de hoy, nos cuesta imaginarlas; no había móviles, por supuesto, pero tampoco teléfonos en los domicilios. Tan sólo contábamos con un locutorio. No había agua corriente en las casas y cuando se proyectaba una película en la plaza teníamos que llevar cada uno nuestra silla.
-Entiendo -dice Mariano expectante-. Y en ese ambiente de desolación, penurias y falta de respuesta de las autoridades, éste suceso vino a alterar el rutinario día a día de la localidad –añadió-.
El 29 de julio, dos días después de la visión perturbadora, tiempo que tardó en llegar a las redacciones la carta enviada a los medios informando del suceso, porque tampoco había correos electrónicos, el diario del Movimiento, “Amanecer” y “El Noticiero”, de corte más sensacionalista, publicaban la noticia:
OVNI en Malanquilla.- Fue visto por seis veraneantes.
El objeto tenía color blanco y desprendía una estela luminosa de color anaranjado. Los testigos fueron unos veraneantes de Malanquilla que habían salido de excursión. José María, Antonio, Mari Luz, Marcelino, Marisol y Jesús vieron un objeto que apareció breves momentos en el cielo para ocultarse detrás de las montañas. El cielo quedó cubierto de gases grisáceos. El Ovni tenía forma de plato.
Según nuestro comunicante, Antonio Sánchez Molledo, uno de los jóvenes excursionistas que observaron el OVNI, es la primera vez que se divisa en la zona del Moncayo un fenómeno semejante y asegura que tras la visión, regresaron despavoridos al pueblo y fueron en busca del alcalde para contarle lo sucedido.
-Tenía que haberlos visto. Sus caras lo decían todo. Otra cosa es que fuera un cacharro de esos de los marcianos o lo que sean, pero que algo vieron, seguro –recalca Nicomedes-.
Cuando llegaron al pueblo, -continúa el anciano-, el alcalde avisó a la guardia civil. No tardaron en subir desde Aniñón y tomaron declaración a todos los chicos, por separado.
-Claro, -apunta Mariano- querrían saber si coincidían las versiones.
-Y coincidieron todas –remata el tío Nicomedes-.
El día 31 de julio “El Noticiero”, de Zaragoza, publicaba a 5 columnas el contenido de la entrevista realizada por teléfono a Antonio “sobrino del alcalde y joven de probada solvencia y seriedad”, -rezaba la noticia- que se abría con un escalofriante titular: “El OVNI sobrevoló por encima de nuestras cabezas”.
Después, el excursionista señala que: “íbamos en bici por la carretera de Ciria, a unos 6 kilómetros del pueblo con la idea de merendar, como hacemos muchas tardes, en la zona del aguadero. Estábamos cantando “viva la gente” y no nos dimos cuenta de nada hasta que uno miró al cielo y nos advirtió del fenómeno cuando ya casi teníamos el OVNI encima de nuestras cabezas”. Preguntado si tuvieron miedo, el joven contesta que no les dio tiempo por lo poco que duró el avistamiento. Tan sólo uno de ellos, el menor, de sólo 8 años, sí se puso a llorar… “Es difícil determinar la distancia pero probablemente no estaría a más de sesenta metros por encima de nosotros cuando durante unos segundos se paró antes de desaparecer a gran velocidad”.
Mariano, tras leer con atención los artículos de prensa y como sumido en una nube que le trasportaba a sus años de juventud, en Extremadura, casi ni atendía a las explicaciones de Nicomedes; sólo leía y leía…
-Don Mariano que se me queda usted ensimismado –exclamó el dueño de la casa al percatarse de que sus comentarios eran inútiles-.
-Perdone usted –le contesta- Estaba abstraído leyendo todo. Me recuerda todo lo que yo también hice por mi pueblo siendo muy joven. Y la verdad, me parece muy interesante. Por lo que veo, la guinda la puso el “Heraldo de Aragón” unos días después con un gran artículo, no?
-La guinda y el punto sobre la i –interviene Nicomedes-. Realmente fue a partir de ahí cuando Malanquilla despertó y fue consciente de lo que tenía. Fíjese que si hubiera que poner una fecha de comienzo yo pondría esa del 1 de agosto de 1976.
Se refieren ambos a un artículo publicado por el Heraldo a 8 columnas y con dos fotografías, firmado por Jesús Rivases, que se había desplazado a la localidad para entrevistar a los excursionistas y que bajo el título de ¿Un OVNI en Malanquilla?, incidía al mismo tiempo, en los aspectos económicos y sociales de “otra localidad aragonesa olvidada”.
Primeramente, el periodista centra su atención en el relato que los 4 niños que observaron el fenómeno y se encontraban en el pueblo hacen del suceso, para asegurar después, que “se puede afirmar que algo vieron, ovni o no es algo que escapa a lo que aquí podemos determinar”.
Después, entrevista al alcalde, Bernardino Martínez, quien le habla de los problemas de la agricultura en un año de mala cosecha. Indica el regidor, que “mientras en Malanquilla sólo se produce trigo y cebada, en los pueblos de más abajo tienen viñas y demás que diversifican la producción y la rentabilidad. A eso se une que al ser el penúltimo pueblo de la provincia, lindando ya con Castilla, las administraciones se desentienden…”
Finalmente -recuerda Bernardino- que el problema remitiría con la concentración parcelaria solicitada desde hace tres años, pero que continúa sin llegar.
Quizá lo más importante del artículo, además de la visión global que aporta, sea la reflexión final que realiza el periodista tras su visita a Malanquilla:
“El rosario de lamentaciones que es el campo aragonés llega también hasta este pequeño municipio. De las palabras del alcalde se desprenden multitud de conclusiones. ¿Por qué esa ansiada concentración parcelaria lleva tres años de demora empolvada entre una montaña de expedientes? ¿Por qué en Malanquilla hay tres mozas y cuatro mozos de menos de cuarenta años?, pues porque el futuro mejor que todos esperamos está lejos de nuestros pueblos y nuestras tierras. Las posibilidades de los jóvenes son mínimas; cultivar los campos obteniendo irrisorios beneficios y los domingos ir de pueblo en pueblo, de fiesta en fiesta en busca de lo que no pueden encontrar en su lugar de origen. Y las lamentaciones podrían seguir hasta el infinito. Tan sólo una observación: ¿quién se acordaba de que existía un pueblo en la provincia de Zaragoza, de 152 habitantes , llamado Malanquilla hasta que el otro día nos enteramos de que allí –donde no pasa nada- habían visto un OVNI? Culpables, a mi juicio, todos”.
Lato -Ya ve usted Don Mariano –le dice Nicomedes con la añoranza del paso del tiempo en sus ojos- así empezó todo. Y fíjese en las fotografías, una del molino –que el periodista identifica como la torre de un castillo o de una fortificación- y otra del interior del sagrario –que sitúa en la ermita del Santo Cristo del Humilladero no en la parroquia donde se encuentra, pero del que destaca su perfecto estado de conservación-. Y esa fue la pista… De ahí a Misión Rescate hay sólo un paso, o tres meses para ser más exacto.
A partir de entonces -concluye el viejo Nicomedes- Malanquilla fue una revolución cultural
Me llega la convocatoria de nuestro Congreso anual de la RAECO, al que este año se une el II Hispano-Mexicano de Cronistas, a celebrar en la ciudad asturiana de Avilés, del 26 al 28 de noviembre próximo. Y lo recibo con especial satisfacción, por cuanto, como tantas y tantas cosas, tuvo que ser aplazado el pasado mes de octubre por la desoladora pandemia que nos está atenazando a todos y que tanto dolor ha causado en España y en el mundo.
Por ello la alegría es doble. Por un lado volver a tener la oportunidad de compartir experiencias, noticias y estudios con los colegas que llegarán de todas las comunidades y por otro, no menos importante, el sentimiento, que con esta realidad se acrecienta, de volver a la normalidad que ya esperábamos impacientes.
Congreso de Ciudad Real en 1995Congresistas en Santiago de Compostela en 1987
El Comité de Honor está encabezado por S.M. EL REY D. FELIPE VI, Presidente de Honor y Primer Cronista del Reino y lo integran diversas personalidades como el Presidente del Principado de Asturias, la Alcaldesa del Ayuntamiento de Avilés, el Rector Magnífico de la Universidad de Oviedo y el Presidente Federación Española de Municipios y Provincias, entre otros destacados miembros de la sociedad intelectual asturiana, española y mexicana.
A lo largo de casi tres días los cronistas expondrán diferentes trabajos relacionados con la comunidad que nos acogerá, principalmente, aunque también queda abierta la posibilidad de contar otros estudios locales de interés general.
Reunión con el Alcalde de Madrid en 1995
Como Cronista de Malanquilla, participaré, como he venido haciendo en la mayoría de los que se han convocado desde 1982, representando a mi localidad y presentando un trabajo sobre los molinos de viento que poblaron y aún pueblan la vertiente atlántica peninsular.
De la importancia del trabajo que venimos ofreciendo los cronistas de España puede servir el hecho cierto de la ingente cantidad de datos y noticias que elaboramos tras muchas jornadas de archivos y bibliotecas y que luego se repiten incansablemente en nuestras localidades cada vez que uno se refiere al pasado histórico de las mismas, las más de las veces, sin caer en la cuenta de que esas noticias no se deben a la sabiduría popular sino a un decidido trabajo de investigación.
Reunión con la Ministra de Cultura en 1994
Aragón que cuenta con una extensa nómina de cronistas a lo largo de su historia hoy es una de la comunidades con menor representación. La figura del cronista oficial en cada municipio sigue siendo una reivindicación y una necesidad. De ello hablaremos en otra ocasión. Nos vemos en Avilés compañeros.
El 23 de diciembre próximo se cumplirán 40 años de la constitución en Malanquilla de la Asociación Cultural “Miguel Martínez del Villar”. Su sóla mención nos lleva inevitablemente a los más intensos y fecundos años en los que la Cultura con mayúsculas brilló con luz propia en Malanquilla. Su recuerdo nos devuelve a un tiempo irrepetible porque se confabularon diferentes circunstancias que hoy es imposible que se vuelvan a alinear. Habrá otras pero nunca aquéllas y, por lo tanto, los resultados, también serán diferentes, que no peores, pero no iguales.
Artículo de prensa Archivo ASM
Para rememorar este aniversario es preciso tomar conciencia de la España de 1981 y de un Malanquilla en auge y con la moral alta, después de ganar -cuatro años antes- el Trofeo de Oro de Misión Rescate. Aquel trofeo se ganó, pero no fue la meta, sino el punto de partida. Por eso, en el periodo de tiempo que media, no estuvimos con los brazos cruzados, que va… Investigamos, afianzamos nuestros conocimientos e intereses respecto de otros monumentos de algunas localidades de la antigua Comunidad de Calatayud, crecimos y seguimos empeñados en devolver a Malanquilla su protagonismo histórico. La consecuencia fue esta asociación, como cauce desde donde canalizar nuestras ideas e inquietudes, en un momento en el que en Aragón no habían empezado a florecer este tipo de agrupaciones locales.
Pero es que además, habíamos logrado forjar una estrecha relación de amistad con los tres pilares fundamentales de la cultura bilbilitana como fueron el presidente del Centro de Estudios, Alfredo Muñoz, el cronista oficial, Pedro Montón y el propio alcalde de Calatayud, José Galindo, sin olvidar las buenas relaciones que seguíamos manteniendo con los principales medios de comunicación de Zaragoza, forjadas en la atapa de Misión Rescate, cuya aportación fue decisiva entonces, como lo es hoy, para llegar a la opinión pública.
Carlos Ibáñez Guillen I Trofeo Miguel Martínez del Villar. Archivo ASM
A la vista del panorama resultaba evidente que su constitución se hacía necesaria. Las investigaciones y estudios que veníamos desarrollando debían tener una casa común y un altavoz para su divulgación que como particulares no era posible.
Y nos lanzamos a la arena dispuestos a librar una nueva batalla y para ello elegimos el nombre del que fuera Regente del Supremo Consejo de Aragón en 1617, Miguel Martínez del Villar, natural de Munébrega (Zaragoza), como forma de reivindicar su legado.
Segunda parte de la apología del Tratado del Patronato de Calatayud de 1604
Tras los trámites oficiales para su formalización e inscripción en el Registro de Asociaciones, dimos a conocer la nueva asociación, a través de un artículo en Heraldo de Aragón, el 28 de febrero de 1982.
Entre las consecuciones más destacadas, por citar algunas de ellas, podemos mencionar la creación de la biblioteca de Malanquilla a partir de un lote de libros enviado por el Ministerio de Cultura, la entrega del Trofeo Miguel Martínez del Villar a Carlos Ibáñez, la celebración de las Jornadas Culturales, en tres ediciones consecutivas, así como la edición de los Boletines Informativos y la publicación, por parte de Jesús Marín Rubio, de su “Crónica Sentimental de Malanquilla”, sin contar los innumerables trabajos elaborados para desentrañar el pasado histórico y artístico de la nevera, molino, fuente romana, iglesia parroquial, etc.
Tendremos ocasión de detenernos en alguna de estas cuestiones más adelante, que si por separado resultaron de indudable interés para Malanquilla, juntas, propiciaron un nuevo resurgir de la localidad dando continuidad al despertar de 1977.
Por ahora sí me gustaría indicar también que no sólo Malanquilla se benefició de esa asociación, ya que extendimos nuestra acción a diferentes localidades. Acercamos la cultura a Pomer y Brea de Aragón, por ejemplo, mediante exposiciones de artesanía y difundimos y estudiamos monumentos olvidados como la Casa Hospital de Peregrinos de Torrelapaja o la iglesias románicas de Berdejo y del hoy despoblado Vadillo, sin olvidar la labor de incorporación de antiguos molinos de viento como los de Torralba de Ribota, Sestrica, Luna, Tabuenca, Used, Ojos Negros, Sarrión y Jabaloyas, a una incipiente ruta molinera aragonesa, aún hoy pendiente. A todas estas localidades nos desplazábamos frecuentemente, con los medios de entonces, tratando de involucrar a sus autoridades para recobrar su perdido esplendor monumental.
Molino de viento de Tabuenca en 1981. Archivo ASM
Por todo ello y algunas otras cosas, la asociación se convirtió pronto en un referente a nivel provincial. Fuimos pioneros y marcamos un camino que no tardaron en continuar otras entidades en sus respectivas poblaciones. Pusimos, en definitiva, a Malanquilla en el mapa y lo más importante, se creó conciencia colectiva sobre la necesidad de salvaguardar el patrimonio. Algunos frutos de aquélla cosecha se están recogiendo hoy.
40 años después sólo puedo añadir que de no haber existido la Asociación Cultural “Miguel Martínez del Villar”, habría que haberla inventado.
Estamos acostumbrados a una visión poética y paisajística de los antiguos molinos de viento. Sin embargo, de las muchas aristas desde las que es posible contemplarlos, no podemos olvidar la industrial, que forma parte intrínseca de su origen y razón de ser. Y es ésta una cuestión de gran importacia, relativamente moderna, que permite diferentes enfoques según las disciplinas desde las que se aborde. Los edificios industriales del pasado pueden ofrecer valores, no sólo arquitectónicos, que aconsejan su conservación. Los bienes industriales que la evolución tecnológica ha dejado sin uso, forman parte del patrimonio cultural, sin olvidar la relación entre patrimonio industrial y desarrollo local, lo que incluye la recuperación de paisajes amenazados por la destrucción de sus elementos más singulares.
Los molinos de viento antes que nada fueron construcciones mediante las cuales los núcleos de población que contaron con ellos vieron asegurada su existencia. Por ello es imprescindible, como punto de partida, asociarlos a la memoria colectiva que los identifica con experiencias vitales positivas, aunque el gestor de estos bienes industriales, el molinero, no gozara precisamente de buena fama.
La posibilidad de que un recurso industrial en desuso se reconozca por su valor cultural no depende sólo de sus cualidades objetivas; por ello es tan necesaria su asociación con elementos de percepción social como seguridad, tranquilidad, garantía de vida, sustento…
Frente a otros activos histórico-artísticos como iglesias, monasterios, ruinas arqueológicas, etc., los elementos de uso industrial, superados tecnológicamente, quedan relegados a un segundo plano, ignorando que hoy, estos bienes culturales, constituyen un recurso activo para el fomento de programas integradores de desarrollo sostenible, tanto a escala local y comarcal como regional.
Es preciso considerar a los molinos de viento no como elementos asilados sino en un contexto territorial, de acuerdo con una lectura actual, moderna y científica que se apoya en la política patrimonial marcada por el Instituto del Patrimonio Cultural de España, en cuanto a la protección y conservación del legado de la industrialización a través de Planes específicos.
A partir de 1985, con la promulgación de la Ley del Patrimonio Histórico Español, se comenzó a superar la tradicional idea por la cual la protección sólo pertenece a la historia o al arte para incorporar una nueva perspectiva —la técnica— que facilitó que el patrimonio industrial pudiera protegerse empleando no solo criterios artísticos más o menos restrictivos, sino también etnográficos, científicos o técnicos. En definitiva, se trata de unir cultura y territorio más allá de la descontextualización de la fábrica como meros objetos museísticos.
España cuenta con un patrimonio industrial rico y variado que debe ponerse en valor de cara a una futura recuperación. Lo dicho para los molinos de viento sirve también para referirnos a las antiguas industrias mineras, batanes, molinos de aceite, palomares, etc.
La intervención sobre este patrimonio se justifica por la necesidad de asegurar la conservación de la herencia industrial y popular a nivel nacional, comenzando por la elaboración de un inventario general al que tienen que seguir estudios para el conocimiento de los bienes inventariados y la realización de planes directores que den paso a la redacción de proyectos de intervención para su restauración y conservación.
No puede ser obstáculo en esta lucha ni el gran número de elementos dignos de ser recuperados, más del 80% del patrimonio aragonés se encuentra en poblaciones de menos de 10.000 habitantes, ni el elevado coste de intervención y posterior mantenimiento, ya que, según la Fundación Tarazona Monumental, de cada euro invertido se recuperan 6 de manera directa.
En este mundo globalizado que tantas nuevas oportunidades nos presenta cada día en todos los ámbitos, no podemos quedarnos atrás lamentando una actuación de la administración que, raras veces se produce. Es preciso explorar otros cauces como el mecenazgo que permita, mediante desgravaciones fiscales, llegar a personas de todo el mundo. La gestión del patrimonio cultural en los núcleos rurales requiere conocimientos, paciencia e ilusión pero también ingenio y buenas dotes de persuasión. De todo ello depende el futuro de muchos municipios amenazados por la despoblación.
Molinos de viento: El Toboso. Carlos de Haes, 1865. Fondos del Museo del Prado