LA RECUPERACION DEL PATRIMONIO
EN MALANQUILLA
Una experiencia cultural
Por
Antonio Sánchez Molledo
Cronista Oficial de Malanquilla (Zaragoza)
XXXIX Congreso Nacional de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales
Cáceres, octubre 2013
Llegar a Cáceres, ejemplo de recuperación del patrimonio, para hablar precisamente de las formas y maneras que muchos utilizamos para salvar de la ruina y poner en valor la riqueza artística, arquitectónica e histórica que atesoran nuestros pueblos y ciudades, es cuando menos una temeridad que afronto desde la ilusión y el deseo de aprender, convencido de que la difusión y el debate de experiencias servirá para enriquecernos personal y culturalmente.
El resurgir de Malanquilla, un pequeño pueblecito de la provincia de Zaragoza, situado en las faldas del Moncayo, a través de una completa valoración de su patrimonio, se lleva a cabo entre los años 80 y 90 del siglo pasado. De ello fui protagonista y testigo, aunque no el único, porque quizá uno de los méritos que sí me puedo atribuir fue el de involucrar y concienciar a buena parte del vecindario y a una parte importante de la sociedad aragonesa, con destacadas instituciones al frente, gracias a la impagable labor de apoyo que nos prestaros los medios de comunicación provinciales y regionales, en una empresa tan singular.
Se trataba de labrar y cuidar una hipotética cosecha en tierra de baldío, donde nunca antes había germinado semilla alguna. Una tierra en barbecho de la que, gracias al empeño de unos pocos y el seguimiento de muchos, fue posible recoger años después, un fruto, quizá no todo lo generoso que hubiéramos deseado, pero suficiente y lo que es aún más importante, que dejaba la tierra preparada para nuevas cosechas.
Malanquilla es un municipio más del territorio español que cuenta con un notable y variado patrimonio cultural, como tantos otros, que merced a esta revolución cultural ha redescubierto su pasado, ha aprendido de las vivencias de sus antepasados y ha sabido dar vida a un tesoro, para recuerdo de las generaciones venideras, que de otra manera nunca habría latido.
Fue una revolución integral que abarcó desde la lectura, transcripción y restauración de algunos epistolares y libros “cabreo” del archivo parroquial, a la ordenación y catalogación del archivo histórico municipal, pasando por la restauración de algún retablo de la iglesia y la completa revalorización de los monumentos locales.
Y para que esa revolución fuera total, como bien se puede comprender, hizo falta mucho más que un empeño personal. Fue necesario concitar las voluntades del pueblo, de sus autoridades y habitantes y de las instituciones provinciales, universidad y otros centros de investigación en el ámbito nacional.
A la par, se trató de movilizar a determinadas personalidades del arte y la cultura, con vinculación aragonesa, fundamentalmente, a modo de estandarte y altavoz de cuanto en Malanquilla estaba sucediendo.
Como es fácil imaginar todo aquello supuso un cambio radical en la manera de ver y apreciar cuanto ya existía en el pueblo, provocando incluso enfrentamientos dialécticos entre los de visión más favorable y receptiva frente a los agoreros que siempre consiguen alzar su voz imaginando toda suerte de fatalismos…
Afortunadamente poco a poco los primeros fueron ganando a los segundos hasta quedar reducidos éstos a mero testimonio.
Las primeras actuaciones se llevaron a cabo en los archivos del Ayuntamiento y de la Parroquia, que conservaban varios manuscritos de los siglos XV, XVI y XVII donde se recogían algunos de los aconteceres de la localidad, posesiones, bautismos, visitas pastorales, etc… Era un primer acercamiento al pasado más fiable, el documental. Investigando aquellos legajos fueron apareciendo varias sorpresas inesperadas. Por ejemplo doblado en cuatro pliegos, apareció un documento censal de grandes proporciones (1m x 1m.), de 1546, en bastante buen estado de conservación, No obstante, este fue el primer documento que se entregó al Centro Nacional de Restauración de Libros y Documentos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas para su restauración. Actualmente, debidamente enmarcado y protegido ocupa un destacado lugar en el despacho de la alcaldía.
Otra de las agradables sorpresas fue encontrar un papel de 1947, en el que se transcribía un dato novedoso, al parecer copiado de otro documento hoy desaparecido. “Fuente de agua mandada construir por el procónsul Vitelio Fabio en tiempos del imperio”. Se refería a la fuente del lavadero, a la afueras de la localidad y que hasta entonces había sido tenida por una fuente neoclásica. Tras nuevas investigaciones, dirigidas por el director del Museo Numantino de Soria y los profesores Martín Bueno y Martín Almagro, de la Universidad de Zaragoza, se pudo determinar la identidad de dicha fuente pública, fechable hacia el siglo I y que conserva un caño romano de figura de animal y dos sillares con letras de molde de estilo clásico. El conjunto conserva además parte de la canalización romana. Actualmente se ha remodelado toda la zona colindante ofreciendo una magnífica perspectiva, gracias a la acción de la actual corporación municipal, que encabezada por su alcalde Raúl Sánchez, ha materializado, con buen criterio, iniciativas largamente acariciadas.
Mediante prospecciones visuales y pequeñas catas arqueológicas en superficie, pudimos determinar también la existencia de dos asentamientos celtibéricos y romanos en las inmediaciones de Malanquilla, donde aparecían materiales que nos permitieron identificarles, fundamentalmente cerámicas –terra sigilada incluida- y algún resto de vidrio.
En campañas sucesivas y de nuevo dentro del templo parroquial, un documento del siglo XVI daba cuenta de la bendición de la iglesia: el 10 de septiembre de 1594 a las 10 horas por el Obispo Pedro Cerbuna, fundador de la Universidad de Zaragoza. La ardua labor de transcripción de legajos comenzaba a dar sus frutos. A la par se fueron recogiendo los apellidos más repetidos entre los habitantes de Malanquilla del siglo XVI para posteriores estudios y se inventariaron más de una docena de objetos de plata, desde un cáliz gótico a otros posteriores y bandejas con sus marcas de platería, cruces y algún relicario. Se inspeccionaron minuciosamente tanto el retablo mayor, una buena obra del renacimiento castellano que sigue los patrones de los grandes imagineros de la época como Berruguete o Bahía, en el que destaca un precioso sagrario protegido por dos puertas, con una escena del nacimiento del Niño Jesús tallada en madera y policromada. Pero sin duda el de mayor interés es el del retablo plateresco de la Virgen del Rosario, de quien el entonces Director del Museo del Prado, Alfonso Pérez Sánchez afirmó en un informe que le solicitamos que se trataba de un notable conjunto con pinturas de influencia bassanesca. Actualmente está siendo restaurado en su integridad por el taller de restauración de la Diputación Provincial de Zaragoza, merced a la colaboración de la parroquia, el obispado de Tarazona y el ayuntamiento. Otros trabajos de datación e inventario recogían los diversos enseres como ternos litúrgicos, banderas y estandartes, cantorales, etc.
Como no todo podía ser investigación histórica, se observaron deficiencias importantes en la cubierta del templo y rápidamente pusimos en marcha una campaña vecinal para obtener los fondos que permitieran renovar la techumbre. Hubo movilización general, aviso a los hijos del pueblos dispersos por otras partes del territorio nacional e incluso acudimos a las instituciones públicas y privadas en demanda de ayuda. Un millón de pesetas del año 1975, recaudadas fundamentalmente entre los hijos del pueblo, fueron suficientes para renovar la cubierta y reinaugurar la iglesia con la presencia del Obispo de Tarazona, Don Victorio Oliver.
Y aún nos aguardaba en uno de los legajos del archivo una nueva sorpresa. Sin duda de entre los monumentos más significativo de la localidad, sobresalía, por su extrañeza, un antiguo molino de viento, de estilo cervantino, en el que ya habíamos puesto nuestra mirada. En uno de aquellos documentos, hablando de las posesiones de la capellanía de Malanquilla, se citaba una finca “junto al molino”, que nos permitía ya conocer de su existencia en 1567.
El molino fue y sigue siendo parte de la razón de esta sin razón maravillosa que es Malanquilla en su conjunto. Un molino en Aragón? De entrada resultaba cuando menos chocante y rápidamente advertimos que gracias a esa singularidad podía convertirse en la piedra angular sobre la que sustentara el rico y variado patrimonio local. Malanquilla no tiene una hermosa iglesia mudéjar como las declaradas Patrimonio de la Humanidad en tres pueblos situados a no más de 20 Km., pero cuenta con ese molino capaz de atraer la atención –primero del pueblo y luego de la sociedad aragonesa-, revitalizando un municipio poco antes ignorado y desconocido y hoy ejemplo para muchos de cuanto se puede hacer en un pequeño pueblecito cuando se aúnan voluntades y se discurre por los mismos cauces.
Viajes a La Mancha para tratar de documentarnos, visitas a especialistas en restauración de estos artilugios en Mota del Cuervo y Campo de Criptana, visitas a la Biblioteca Nacional, aprendizaje y familiarización de una terminología áspera y con ese punto de rudeza que se entremezcla en el mundo rural y campesino. Tiempo después crearíamos el Equipo de Investigación Miguel Martínez del Villar, en coordinación con la Universidad Complutense de Madrid, que elaboró durante meses un completo trabajo de más de 600 páginas donde el molino de viento es el eje conductor y sus diferentes formas y maneras de verlos, la sustancia de sus diversos capítulos. Desde el folklore que han generado como su presencia en el arte. Desde su difusión desde centro Europa a sus inicios y desarrollo como molinos de trípode o poste a la simbología cervantina que proyectan, colmada de literatura, belleza y poesía.
Se inician conversaciones con el pintor de la generación del 27 Gregorio Prieto, cuya amistad nos acompañaría hasta su muerte y, que visita en tres ocasiones Malanquilla, donando una de sus obras al Museo Camón Aznar y otra al Ayuntamiento de Malanquilla. En uno de sus viajes asiste incluso a los actos de colocación de la primera piedra de la restauración del molino, una vez logrados los apoyos necesarios, tanto de los vecinos como de las instituciones provinciales y de los medios de comunicación, que se volcaron en la campaña. En ese tiempo se pone en marcha la Junta para la Reconstrucción del Molino de Viento, encargada de recabar apoyos económicos. Entre los donantes nombres como los de Paco Martínez Soria, Víctor Ullate o Montserrat Caballe, entre otros. Varios premios avalan ya la trayectoria de esta batalla ganada al olvido. El Trofeo de Oro de Misión Rescate y un premio de turismo de la Diputación General de Aragón a un artículo publicado en heraldo de Aragón en el que con cierta clarividencia, poníamos en valor el patrimonio de la Comunidad de Calatayud, mucho antes de que las instituciones oficiales lo hicieran.
Y como la acción se abría a todos los frentes posibles, se crea la Asociación Cultural Miguel Martínez del Villar, que amadrina la hija del presidente del gobierno de entonces, Pilar Calvo Sotelo, se impulsa la creación de una biblioteca municipal para la que se donan los primeros mil ejemplares, provenientes de los fondos del Ministerio de Cultura, Se organizan las Jornadas Culturales de Malanquilla, cada verano, repletas de actividades que van desde conferencias y talleres a exposiciones y proyecciones cinematográficas o representaciones teatrales.
No hay rincón ya de la comarca y en la provincia donde no se reconozca el nombre de Malanquilla. Y la labor que allí se desarrolla, lo que naturalmente, -porque España es así-, provoca no pocos recelos y envidias en pueblos vecinos y el aplauso general entre la mayoría de las buenas y nobles gentes de Aragón.
El molino de viento, luce ya encalado y restaurado, la biblioteca va aumentando su dotación bibliográfica, enriquecida con libros firmados y dedicados por autores como Gerardo Diego, Julián Marías, Vizcaíno Casas, Ian Gibson, Henry Kisinguer, Sofía Loren y otros.
Es entonces cuando propongo al Ayuntamiento la creación de un escudo municipal, que finalmente me encargan y en el que figura, como símbolos destacados, un molino de viento, un haz de espigas y las barras del reino de Aragón, cerrado por corona real española.
Malanquilla vive ya acostumbrada a ser noticia en los medios informativos. Durante aquélla década prodigiosa, más 200 artículos firmados y decenas de intervenciones en radio dan cuenta de la envergadura de aquel proyecto cultural. Por todo ello recibo en 1982 el nombramiento como Cronista Oficial e Hijo Adoptivo de Malanquilla, en un gesto de la corporación que me honra y obliga sobremanera y del que estoy sumamente orgulloso y agradecido.
Como bien decía al comienzo de esta crónica, algo tuve que ver yo en ese despertar de la localidad pero sería injusto no reconocer la decidida aportación de los diferentes alcaldes que se fueron sucediendo, así como de los párrocos y buena parte de los vecinos. Es verdad que hubo dificultades pero también mucha colaboración y mucha entrega a la causa, sabedores de que nada teníamos que perder. Solo así fue posible abarcar tantos y tan diversos frentes abiertos acumulados tras decenas de años de abandono y olvido.
Las investigaciones en torno al patrimonio fueron avanzando hasta completar el conjunto monumental que incluye, además de los mencionados, una atalaya medieval o torre vigía, construida durante la Guerra castellano-aragonesa de 1356-1369, llamada Guerra de los Dos Pedros que fue una serie de enfrentamientos que mantuvieron Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón entre 1356 y la muerte del primero en 1369. Mención aparte merece la románica ermita de la Magdalena y el pozo de nieve o “nevera” medieval, ambos localizados a las afueras, frente al molino de viento, marcando el “triángulo de oro” del legado cultural de Malanquilla. Lamentablemente no llegamos a tiempo de salvar la ermita románica. Bien es verdad que al comienzo de nuestras intervenciones ya sólo quedaba en pie el ábside semi derruido de lo que fue una ermita de pequeñas proporciones. Actualmente, ni ese ábside se mantiene como le vimos. Ya es tan solo un pequeño muro detrás de un montón de restos acumulados por los sucesivos desmoronamientos. Algunos de sus sencillos canecillos dan testimonio aún de lo que en tiempos pasados fuera.
Por el contrario, la nevera o pozo de hielo, medieval, curiosa edificación excavada en roca, que tenía como misión conservar la nieve y el hielo recogido en invierno y guardarla con fines medicinales para las estaciones más templadas, luce hoy esplendorosa, recién restaurada gracias nuevamente a la sensibilidad del Ayuntamiento.
Los estudios que se realizaron en torno a los molinos de viento en Aragón, a donde sí llega el “Quijote de Avellaneda”, demuestra que estas edificaciones no eran tan inusuales en la zona. De hecho conseguimos localizar y documentar varios de ellos emplazados en tierras próximas a Malanquilla y en otras más lejanas, situadas en las provincias de Teruel y Huesca. Precisamente Ojos Negros, en Teruel, fue la siguiente localidad en rehabilitar su molino, dotándole de toda la maquinaria precisa para la molienda. La Mancha Aragonesa empezaba a ser una realidad. Cada año decenas de colegios, asociaciones y turistas se acercan a Malanquilla atraídos por la esbelta silueta de su molino, molino que no tardó mucho en volver a yacer desmochado, roto y abatido, por una inoportuna tormenta de aire que de un solo golpe acabó con sus aspas y tronchó el palo de gobierno.
Tuvieron que pasar otros diez largos años para que el Ayuntamiento retomara la iniciativa y devolviera su esplendor a este gigante pétreo, institucionalizado ya en el escudo local y protagonista inequívoco del resurgir de Malanquilla, cuya figura aparece en papeleras, programas de fiestas, azulejos, llaveros, etc,
En agosto de 2010 el molino era inaugurado formalmente, con asistencia de casi todo el pueblo, con su alcalde al frente y representantes de las instituciones regionales y provinciales, así como una nutrida presencia de medios de comunicación. En mi intervención en el acto tuve un recuerdo sentido y sincero hacia cuantos habían iniciado esta aventura y con el discurrir de los años, no alcanzaron a verla culminada y cómo no también, hacia la actual corporación municipal que, sorteando toda clase de dificultades y en tiempos de crisis, había sido capaz de poner término a un empeño colectivo, que significa, entre otras cosas, un SI con mayúsculas a la cultura, a la concordia y a la belleza. En la persona del su alcalde quise reconocer la inestimable labor de estas personas que, sin recursos ni sueldos que alivien su carga, son capaces de entregarse y entregar su tiempo y su saber a la noble tarea del bien común.
Y Ahora queda una segunda parte no menos importante. Devuelto su esplendor es preciso dotarle de contenido. Una biblioteca especializada en temas cervantinos o relacionados con la molinología, podría ser una buena idea, al igual que un pequeño museo de artes y costumbres populares. Lo importante es que con una razón de existir, el molino siga siendo faro y referente en Malanquilla y en la cultura aragonesa.
Lejos quedan ya los años en los que la presencia de un equipo de TVE para hacer un reportaje sobre los monumentos locales constituía un acontecimiento y concitaba a todos los vecinos en torno él, los años en los que para una proyección cinematográfica en la plaza, unos y otros salían de sus casas, en la noche, con sus sillas en la mano. Tiempos de exposiciones itinerantes de cerámica promovidas por la Diputación Provincial zaragozana, tiempos en los que se instauraron las fiestas de agosto, dedicadas a la Virgen de la Asunción y San Roque, para cuya ocasión se engalanábamos las calles con banderines recortados a mano en las casas y se nombraban las primeras “Reinas de Fiestas” a las que se obsequiaba con bandas confeccionadas con telas y letras de molde. Un tiempo difícil y áspero pero ilusionante y abierto a la esperanza en el que todo parecía posible, aun sin los mínimos recursos, porque predominaba la ilusión frente a los intereses. Aún hoy lo recuerdo, quizá magnificado en mi memoria, como un tiempo necesario, precursor de lo que vendría después, pero en ningún caso peor, sino al contrario, ejemplarizante e irrepetible que nos enseño muchos de esos valores que atesoran las gentes de Aragón y que desgraciadamente como tantas otras cosas van quedando desdibujadas entre las obligaciones y necesidades que nos impone la sociedad moderna y urbana.
Sirva esta crónica como testimonio de una experiencia cultural basada en la recuperación de Malanquilla y de su patrimonio, a través de una actuación multidisciplinar, con un objetivo común, donde la flexibilización, incluso de la jerarquía, propició logros nunca antes conocidos y me atrevería a decir que tampoco después. Y es preciso incidir en la complejidad del amplio equipo colaborador, dado que el mismo se integraban jóvenes de menos de 15 años, con otros de 30 y 80, de ambos sexos y de diferente condición social y cultural, tanto del medio rural como urbano.
Hoy con los avances tecnológicos quizá no sería posible repetir la experiencia, al menos tal y como se forjó, porque en paralelo con los avances hemos perdido buena dosis de la inocencia y la ilusión que estas empresas precisan, aunque no es menos cierto que en las grandes aventuras la ilusión despierta el empeño, pero es la paciencia quien las termina. Con esa paciencia, la metodología y los recursos que hoy tenemos a nuestro alcance, hay labor en nuestros pueblos y ciudades para promover iniciativas singulares que nos reconcilien con el pasado y la historia local. Acometámoslas sabedores de estar ganando una batalla al olvido.
